viernes, 15 de septiembre de 2017

Tijuanense since 1995

Llegamos a Tijuana hace 22 años, mi papá ya tenía unos meses por acá y la distancia no nos hacía bien a ninguno. Dejamos la casa de Apulco, mis perros, Bethoven y Pinky, se quedaron en casa de la abuelita Chelo, sólo trajimos lo que cupo en las maletas.

Lloré a solas durante meses, aquella libertad de las calles de mi infancia fueron truncadas y me encarcelaron en un departamento del Módulo 1 de Otay, fui a la Escuela Secundaria Técnica No. 15, recuerdo ir sólo a un cumpleaños, nada de fiestas, nada de ir a hacer la tarea a casa de mis amigas. Los padres que todo lo pueden y hacen magia con lo que tienen, lograron muy pronto mudarnos a la casa de la Xicoténcatl Leyva, también en Otay. Ya en la nueva casa tuve mi propia recámara y a Jazz, mi primer pastor alemán. Papá seguro me veía triste y me dio tregua cuando le llevé el primer 7 de mi historial académico, en realidad fueron dos, el primero en Industria del vestido y el segundo en Educación Artística. Era paradójico pues yo desde niña aprendí a coser gracias a mis abuelitas y sabía mucho de arte a mis 12 años de edad.

Mi Tijuanita, como te quiero, decía papá. Aquí hicimos la vida que no imaginé cuando me sentaba ante el enorme ventanal de mi cuarto en la Minero Roque No. 16, creí sencillo esto de hacerse grande: naces, creces, vas a la escuela, te enamoras, te casas, tienes dos hijos y un perro, compras lo que se te antoje y mueres feliz de viejito. Tijuana me abrió las alas, Tijuana me enseñó que para ser feliz no es necesario seguir ridículas fórmulas, Tijuana no es celosa ni envidiosa, le gusta verme partir y celebra conmigo cuando me va bien, también llora conmigo cuando estoy triste. Mi Tijuana son mis padres, amigos, las calles que he corrido con olor a tacos y luego a porquería, los aviones ruidosos que he aprendido a anular, mi hogar con Joel donde vemos el cielo a diario, los taqueros que me conocen como la güerita, mi entrenador de atletismo, mi trabajo y mis perros.

Tijuana, gimme a break, suéltame poquito para ver qué más hay allá afuera.

jueves, 31 de agosto de 2017

¡Ah qué la chingadita!

¡Ah que la chingadita! Se nos fue el doctor pero no su recuerdo. 6 pinches años sin su hermosa voz, sí con groserías, porque él así hablaba.
Efrén cumpliría 65 años de edad el próximo 15 de diciembre, a esta hora ya se habría levantado o estaría de regreso en casa luego de una cirugía por la madrugada. Lo hubiera invitado a desayunar para platicar el plan de nuestra siguiente carrera, no sé si estaría casada o soltera, de cualquier forma él encontraría la manera de sermonearme: Flor, es mejor que ya tengas hijos, o quizás no.
¡Qué ganas de escucharte cantar! De sentir tus besos en mis pies cuando me veías acostada viendo tele en la sala, a mí me parecía rarísimo que te acercaras con tal devoción a hacerme un cariño, mi menonita decías. Nunca me aproveché de tu cariño.
Tu partida no fue la que arregló nuestra tormentosa relación, fueron las levantadas a las cinco de la mañana todos los días, los desayunos post-entrenamiento, nuestras terribles peleas porque pocas veces estuvimos de acuerdo, tu amor fue el que curaba todo, no las medicinas, era el shampoo de cariño que me propinabas con besos en la frente, la cabeza, las manos, los pies y esos abrazos que me diste incluso a la fuerza para hacerme entender que eras mi padre y me amabas.
Papá ya no lloro a diario.

lunes, 31 de julio de 2017

Mi primera medalla


Me preguntó Julio: ¿Anhelas con todo tu corazón mejorar? Con un nudo en la garganta como cuando papá me regañaba por un 9 en Química contesté sí. Pasaron dos semanas antes de enfrentar mis rebasadas dos horas en el medio maratón, no todo fue pérdida, en el camino recuperé fuerza y perdí algunos kilos, también perdí el miedo a cruzar el 21k de Tijuana sin papá en la meta, eso sí que estuvo rudo.
Correr es una actividad individual, el entrenador rió y dijo, pareces una escuincla de 13 años y con argumentos me arrancó el enojo arrastrado a lo largo de esta última semana. Acordé/acordamos correr el Rosarito-Puerto Nuevo y correrlo bien antes de volver a pensar en pódiums, maratones y ultras, porque la vida es esto, cuantiosos sinsabores con sus pequeñas dosis de felicidad que habremos de disfrutar sin cuestionarnos tanto. Así termino mi lunes, el día favorito de la semana porque representa la oportunidad de volver a empezar, con la idea de leer a Raúl González e ir por mi primer medalla, esa que está guardada en casa de mi mamá, la que gané a los 14 años en una carrera de 3 kilómetros en la Delegación de Otay, fue un primer lugar por cierto, planeo colgarla en mi depa y verla a diario como un recordatorio de cómo me he forjado mi apodo en la pista y que hasta mis lesiones me gustan.

domingo, 30 de julio de 2017

Emilio, ya todos te conocen

Emilio murió un jueves de julio, tenía 29 años, casado, originario de Chiapas, de oficio albañil. Murió mientras esperaba el camión, permaneció parado mientras el aliento se le escapaba por el costado derecho ante la mirada de varios. Emilio intentó sentarse, lo ayudaron apenas como quien quiere acariciar un perro callejero con sarna, nadie se quitó la camisa o se rompió las ropas para cubrir la herida del recién apuñalado. Rodearon al chico, unas mujeres se acercaron más, una de ellas sacó un suéter de la bolsa y se lo colocó a Emilio bajo la cabeza, un gesto amable seguido de rezos que invocaban a dios ¡levántalo señor! cuando mis rezos pedían la ambulancia para detener la hemorragia y mantener con vida a Emilio.
Murió Emilio, su mujer de nombre Nayeli se enteró de lo ocurrido por facebook, acudió al Hospital General para recibir un listado de requisitos para reclamar el cuerpo en el Servicio Médico Forense.
Grabaron a Emilio desde un carro, vimos a los ojos a Emilio a través de una pantalla, me arrepentí de haber visto el video, me indigna pensar que de no parecer un hombre de orígenes humildes, quizás alguien habría tomado su mano, cubierto la herida o llevado al hospital más cercano. Emilio era moreno.

lunes, 5 de junio de 2017

Solicitud de apoyo = Ahorita no joven

Hace un mes redacté una carta dirigida a la regidora de Juventud y Deporte solicitándole apoyo para 8 atletas, todos medallistas que han estado en competencias locales hasta nacionales, jóvenes entre 15-23 años de edad dedicados a estudiar y a entrenar, la mayoría con excelente historial académico. La carta iba firmada por todos, la respuesta fue pedirnos la carta igualita pero dirigida al IMDET, organismo que no logra ni tener prendida la luz del CREA para que los tijuanenses puedan ejercitarse. No mandamos la carta, en cambio les compré chocolates y empezamos nuestra propia campaña de recaudación de fondos para costear sus cuotas de gimnasio.
Una amiga muy bien intencionada me comentó: Si quieres se la mando a una amiga que es regidora. Claro que sí, le contesté. Me mandó su respuesta en la que detalla que ningún regidor (ni los del PAN) tienen acceso a la partida de Gasto social y sugiere poner una hoja de datos por cada muchacho. Lo que más me llamó la atención no fue lo de la "partida" sino que no leyó completa la carta, pues al final vienen las semblanzas de todos los "muchachos".
¿Qué puedo esperar de mis regidores si no son capaces ni de leer completa una carta?
Por cierto, ya vendimos 10 cajas de kit-kats, gracias a todos mis amigos, ciudadanos que pagan sus impuestos y valoran el talento deportivo, por su apoyo. Nuestra meta son $11,200 pesos para cubrir las cuotas de 8 atletas por lo que resta del año.
En Tijuana no nos conformamos con hacer nuestra parte, nos gusta dar el extra para tener una ciudad más bonita y sentirnos orgullosos cada vez que decimos, ¡soy tijuanense!
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