lunes, 24 de enero de 2011

Viaje al pasado PARTE I

El primer día de noviembre ocurrió un sismo de 6 grados en la escala de richter, dejando destrucción tras los 3 minutos de duración y sus respectivas réplicas, todavía a un mes del acontecimiento había noches en las que el cuerpo me temblaba y el miedo me evitaba conciliar el sueño, la mente no descansaba, el cuerpo lo resintió, una tremenda bronquitis se hospedó, no se fue sino hasta después de un mes. Todo lo anterior afectó mi rendimiento, mi notoria sonrisa se fue de vacaciones, sin decirme a dónde, yo desesperada anduve preguntando por ella, mi capacidad vital, esfumada, las 20 vueltas en la alberca eran difíciles de lograr, los 10k en el parque, simplemente de muerte, las salidas nocturnas suspendidas, eso sí, las llamadas de los amigos nunca faltaron, al igual que los múltiples ofertas de parte de ellos, todas con la intención de hacerme feliz. Mi familia siempre al tanto para ayudarme a salir del abismo en el cual había caído y a pesar de ver a los socorristas tirándome cuerdas yo no quería ascender, estaba cansada, exhausta, sin ganas de nada, sólo de dejarme morir ahí en ese gran hoyo.
La semana previa al término del 2010 compré un boleto de ida a Zacatecas, nunca había adquirido un pasaje sólo de ida, a esas alturas no tenía respuestas, sólo interrogantes con múltiples alternativas.
El 01 de enero partí de Tijuana, sin emoción, sólo una maleta llena de ropa negra, ni siquiera me di cuenta de ello sino al llegar a mi destino. Al estar en la casa de la abue, nadie me preguntó nada, todos respetaron mi silencio, tal vez se me notaba en la cara la tristeza, me veían con lástima, con lo que a mí me molesta eso, es el peor de los sentimientos, parecía un pedazo de mierda.
Un día en una de mis caminatas por el centro de la capital zacatecana entré a la oficina de turismo con la firme intención de recibir orientación para viajar y conocer mi estado natal, me regalaron unos mapas, platiqué un poco con el chico que me atendió, quien seguro pensó que yo era una turista. Apenas hoy a casi 25 días de mi llegada empiezo a creer lo escrito en mi acta de nacimiento.
Hice unas llamadas, mi maleta, y, un sábado a las 7 pasadas de la mañana tomé un camión rumbo a Aguascalientes, al llegar a la central camionera el frío y la soledad se apoderaron de mí, mas algo salió, fui al baño, me vi en el espejo, me puse bonita, ya estaba lista para llegar a Apulco.
Justo al subirme al "omnibus" que me llevaría a mi destino escuché el primer "güerita"(no me gusta ser llamada así), comprendí que no era nada malo ni despectivo, me dejé llevar, el conductor me ponía nerviosa, no me dejaba de ver en todo el camino, lo preocupante era su distracción, no quería un accidente. Pasamos por Teocaltiche, debí preguntar dónde estábamos, mi memoria de la infancia no es la mejor, apenas si tengo recuerdos. Al llegar al crucero de Apulco me dice el chofer: Güera, ya llegamos, aquí es, a ello repliqué:
- Me dijeron que sí entraba.
- No güera, no entra, si me hubiera preguntado a mí yo le digo.
- No hay problema, gracias, buen día.
Me bajé en la carretera al igual que otras dos señoras provenientes de Teocal, gracias a ellas supe que pasaba una combi, tuve suerte, en cuanto crucé el camino iba pasando el transporte, me subí y 3 kilómetros después ya estaba en la glorieta frenta a la iglesia del pueblo.
- ¿Cuánto le debo?
- 4 pesos.
Glorieta e Iglesia de Apulco, Zac.
Saqué mi celular para marcarle a mi papá, pues me había acordado de él durante todo el trayecto, como niña de papi me puse sentimental, hasta se me hizo un nudo en la garganta, estaba parada entre el Centro de Salud y el ex Jardín de Niños donde mis padres hicieron sus respectivos servicios sociales y se conocieron, claro y a unos pasos de mi antigüa casa.
Caminé a la tienda de mi tío Armando, con miedo de no conocer a nadie, al entrar vi a un señor haciendo cuentas con un vendedor, no podía ser nadie más que al tío que YO andaba buscando, me preguntó una muchacha: en qué le podemos ayudar, yo dije: vengo con mi tío Armando, entonces él volteó y me presento a la "muchacha", Norma, esposa de mi tío David, hicimos click enseguida y me hospedaron en su casa por el fin de semana.
La primer parte de mi viaje había concluído, el cómo tras 15 años de ausencia había llegado ahí, a San Pedro Apulco, Zacatecas, rancho de mi infancia, un minicosmos de los olvidados y siempre recordados.
Los vestigios de un gigantesco árbol que veía desde mi ventana de los 6 a los 12 años.

En esta iglesia fui a misa durante varios años, canté en el coro, comulgué y estudié catecismo.


Escudo de Apulco en las escaleras de la Presidencia Municipal, cuna de caciques al estilo Ley de Herodes.

Kisco del pueblo, donde tocaba el pandero en la banda de Apulco.

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