domingo, 10 de julio de 2011

El día que decidí no hacerme pipí en los calzones


Mi tercer medio maratón pintaba para regalarme gloria deportiva, pues había entrenado como hacía muchos años no lo hacía, bajé de peso, hice músculo y luego lo perdí, gané peso y me volví a deshacer de él, cosa rara esto de correr.

He decidido ya no hablar de cáncer, esa palabra se quedó embarrada a lo largo de los 21k de este día, así que ya, ya estuvo bueno, nunca ha sido mi intención causar lástima, no es mi estilo, de hecho me molesta cuando alguien me tiene lástima.

Mi mamá decidió correr hoy, lo hizo perfecto, ha mejorado su técnica, su marca, todo en ella es distinto, debo aprender de su fuerza, de la forma en que afronta la vida, sin duda se ha convertido en el pilar de la familia Cervantes Mendoza, cuando todos lloran ella se aguanta, cuando alguien se pone de malas y grita, ella encuentra la paciencia y sabiduría para serenarnos.

Llegué el viernes por la tarde a Tijuana, con el pecho tenso, el corazón alborotado y la cabeza revuelta, pero con ganas de ver a mis papás. Mi vuelo se retrasó una hora por la lluvia, últimamente me pongo feliz cada que se retrasan mis vuelos, la lluvia me llena de sentimiento, es de esas pequeñas cosas que me hace amar mi nueva ciudad. Dormí temprano, con la mente puesta en el domingo. El sábado nos levantamos mi mami y yo a las 7 para ir a correr 15 minutos para aflojar las piernas, relajarlas, estar listas para el gran día. Me fui a la cama a las 19, no sin antes hablar con Joel.

Se dieron las 2 am del 10 de julio, la alarma sonó, no chisté en levantarme, tomar el desayuno, dormir nuevamente. Las 4, abrí los ojos de manera natural, no, vuelve a dormir. Ti-ti-ti-ti... la alarma... arriba, arriba, arriba, a la regadera con música de fondo. Inicio de ritual, acto seguido de crema en todo el cuerpo acompañada de bloqueador solar, ropa, peinado, gorra, hasta el final poner tape en todos los dedos de los pies para evitar ampollas y pérdida de uñas. Vámonos.

Llegamos a la glorieta del caballito con nuestra calcomanía de "Cabeza, corazón y piernas" en la parte trasera de nuestra camiseta, con otras en mano, habría que buscar a Memo como habíamos acordado un día antes para darle su sticker. No lo encontramos, estiramos, nos dirigimos a la línea de salida, yo contenta, pues me había encontrado a algunos amigos, entre ellos a Michel, excompañero de atletismo cuando estudiaba en la UABC, uno de esos hombres que uno simplemente admira.

En la línea de salida rápido hicimos amigos, quienes aceptaron portar la insignia "Cabeza, corazón y piernas" sobre la espalda. Salimos tarde, un fallo más de los organizadores. Me sentía muy bien, 4:32 para posicionarnos y agarrar ritmo, la respiración perfecta. Pasé Plaza Río, Manuel Márquez de León, Costco, subí por la tercera con el ánimo de colarme dentro de las mejores de mi categoría, al llegar a Revolución, sentí los estragos de no bajar el ritmo en esa pendiente, bajé significativamente mi ritmo, a unos pasos de mí, apareció mi madre, fuimos corriendo codo con codo, le dije, me siento muy mal, todo es mental, deja lo negativo, puras cosas positivas, tú puedes, lo vas a lograr. Yo no tenía duda de cruzar la meta, ni una sola, pero ansiaba mejorar mi marca al menos con 10 minutos.

Al kilómetro 6 sucedió lo que en mi trayectoria de corredora había temido, sentí la urgencia de ir al baño,  sólo son los nervios, seguí corriendo, agua, agua, agua, tomé la bolsita de agua, cuando tome la primer gota, el efecto del agua corriendo me provocaron unas ganas tremendas de salir corriendo pero al baño, me quise aguantar, deseé hacerme pipí ahí mismo, sí, en los calzones, por qué no, no sería la primer corredora que lo hace, se lo comenté a ma, ve, ve ahora, no, voy a perder tiempo, ve, a dónde, ahí, a esa gasolinera.

Baño. Cerrado. Llave. Está abierto. No, está cerrado. La llave. Está abierto. No abre. Para arriba. Dónde arriba. Abre para arriba. Baño. Pipí. Calzones arriba. Me incorporo.

Trato de alcanzar a mi mami, nunca lo logré, descorazonada seguí corriendo, pensando en mis amigas y en quienes habían prometido ir a echar porras, justo cuando estaba muy mal emocionalmente, aparecieron Estíbaliz con su esposo y Zaira, acompañados de sus hijos, nuevamente lograron ponerme bien, no sólo una vez, sino varias durante el trayecto.

Decidí no pensar más en eso de los orines, yo había decidido que no era buena opción orinarme en los calzones, así que a terminar lo mejor posible, con lo pasado ya nada se puede hacer. Crucé la meta del medio maratón por tercera vez en mi vida, me siento de maravilla, salvo las uñas que pronto se caerán, no me duele nada, bueno, un poco el ego.

Otra vez sentí dicha al rodearme de corredores, como pez en el agua. Leer las camisetas de quienes se levantaron tan temprano en un domingo para probarse a sí mismos que cuando la cabeza, el corazón y las piernas hacen sinergia no hay prueba imposible, cruzar la meta del medio maratón o el maratón completo, corriendo, caminando, en silla de ruedas, con lazarillo, carreolas con hijos dentro, ampollas, rodillas lastimadas, padres enfermos, abuelos en el cielo, amigos rehabilitándose o con ese nuevo yo en el que nos hemos convertido es incomparable.

1 comentario:

Joel dijo...

Simplemente me gustó. Ya extrañaba leerte.

Así como echo de menos que estés acá.

Tuyo,
J.

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