lunes, 31 de julio de 2017

Mi primera medalla


Me preguntó Julio: ¿Anhelas con todo tu corazón mejorar? Con un nudo en la garganta como cuando papá me regañaba por un 9 en Química contesté sí. Pasaron dos semanas antes de enfrentar mis rebasadas dos horas en el medio maratón, no todo fue pérdida, en el camino recuperé fuerza y perdí algunos kilos, también perdí el miedo a cruzar el 21k de Tijuana sin papá en la meta, eso sí que estuvo rudo.
Correr es una actividad individual, el entrenador rió y dijo, pareces una escuincla de 13 años y con argumentos me arrancó el enojo arrastrado a lo largo de esta última semana. Acordé/acordamos correr el Rosarito-Puerto Nuevo y correrlo bien antes de volver a pensar en pódiums, maratones y ultras, porque la vida es esto, cuantiosos sinsabores con sus pequeñas dosis de felicidad que habremos de disfrutar sin cuestionarnos tanto. Así termino mi lunes, el día favorito de la semana porque representa la oportunidad de volver a empezar, con la idea de leer a Raúl González e ir por mi primer medalla, esa que está guardada en casa de mi mamá, la que gané a los 14 años en una carrera de 3 kilómetros en la Delegación de Otay, fue un primer lugar por cierto, planeo colgarla en mi depa y verla a diario como un recordatorio de cómo me he forjado mi apodo en la pista y que hasta mis lesiones me gustan.

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