martes, 23 de noviembre de 2010

Las 16

Hoy me levanté a las 16, estaba no precisamente durmiendo, de esto me di cuenta al escuchar la voz de mi madre que me decía, ya levántate... yo no sabía ni qué hora era, sólo no quería salir de mi habitación, deseaba seguir soñando aunque fueran pesadillas las únicas compañeras. Al abrir los ojos un poco me percaté de la luz no matutina entrando por mi ventana, -ni modo, pensé, me voy a levantar y eso hice. Bajé las escaleras con peinado alternativo, pijama a media pompi, boca seca y mucha hambre, me dirigí a la cocina, frente a la estufa vi pollo en caldillo, pero recordé la sensación de pollo viejo en mi boca días atrás y opté por cocinar atún, sí otra vez, después de todo, pensé, sirve para la dieta y bajar un poco más de peso, cuando se es curvilínea como yo y con apetito voraz hay que aprovechar los momentos de fuerza de voluntad o las depresiones agudas para dejar de comer y ponerse en línea, pues hasta ahora no recuerdo haber bajado de peso estando inmensamente feliz.
Comí mientras veía la tele, en estos días ya ni eso me apetece, la apagué y agarré "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo" de Murakami y leí hasta volverme uno con esas letras e historias completamente ajenas a mí, de repente me pareció que Tooru Okada y yo teníamos algo en común, el desempleo, luego encontré más coincidencias, ambos estábamos absortos en un mundo ajeno a la realidad, buscando respuestas, tanto Okada como yo nadábamos para pensar, ambos hacíamos cosas inexplicables, sin embargo mientras hojeaba me reconfortó saber que el "Sr. pájaro que da cuerda al mundo" estaba más metido en problemas que yo, el sí tenía razones para sentirse bien jodido, desgraciado, infeliz, aún con tanto en su haber se levantaba todos los días y se ocupadaba en algo. Cerré el libro y me fui a nadar.
No podía dejar de pensar en mi amigo Okada mientras trataba de no perder la cuenta de las vueltas en la alberca, decidí dar 30 sin parar, por primera vez lo logré, ni siquiera me emocioné como hubiera pasado en otra ocasión, subí a las regaderas, y decidí tomar a Reinaldo Arenas mientras dejaba actuar una mascarilla hidratante dentro del sauna. Ahí estaba yo otra vez, acompañada por hojas repletas de letras, buscando, pero con este cubano la cosa cambia, porque deseo ser como él, libre, erótico, cercano a la muerte, esto último me cautivó. Seguí leyendo, pero la primer gota de sudor empezó a correr por mi rostro y recordé que debía darme prisa porque me cerrarían la Comer y mi perro Ikki ya no tenía comida para mañana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Repito, me gusta mucho como escribes! Karen

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