domingo, 3 de abril de 2011

Paleta de fresa

     Hacía calor, el termómetro marcaba 28˚C, ella había salido tarde de la casa rumbo al centro de la ciudad para buscar un par de libros en Sanborn's, el caminar con tacones a altas temperaturas y en una ciudad con casi 2,500 metros de altura sobre el nivel del mar no la tenían muy contenta, mas las ganas de seguir con su ávida lectura la reconfortaban, permitían olvidar por momentos el sudor corriendo por el camino bien definido de su espalda, pero la ruta húmeda de sus pechos era más que evidente, por lo que más de uno volteó a verla con lujuria, ya ni siquiera lo notaba, se había acostumbrado a esos ojos, a aquellas palabras gritadas o susurradas, tras dos semanas ya de planta y varias visitas a ese cielo, ya nada la importaba, sólo llegar a su destino.
     Al abrir la puerta del establecimiento, el AC refrescó su rostro, descubrió sus ojos, esta vez sí sintió una mirada sobre ella, rápidamente se dijo a sí misma: Concentración. Sus pasos fueron firmes hasta los anaqueles llenos de libros, y los de él tras de ella, se colocó a su lado, regia se movió, más él insistía, luego le dio un poco de espacio.
   Un pensamiento pasó por su cabeza, comer una rica paleta de fresa, la imaginó roja, grande, con trozos de fruta, de esas que se tienen que chupar constantemente para no manchar la ropa. Voló su mente y justo entonces escuchó una voz: Hola. Corrió, salió de Sanborn's, lo dejó ahí, pero al salir lo volvió a encontrar frente a ella... -Disculpa, no era mi intención asustarte, soy Darío, sólo quiero saber tu nombre.
    No sé qué pasó enseguida, el tiempo es juguetón, pero esto fue lo que me dijo:
    - Tenía una ganas tremendas de una paleta de limón, en su lugar me compré una de fresa, la primer mordida tardé en dársela, pues no estaba tan segura de querer comérmela, fue como una conquista, al probarla, despegué... volví a posar mis labios sobre ese pedazo helado que de alguna forma me había encantado, seguí probando, chupando, mordiendo, disfrutando, ya había devorado la mitad, como iba caminando rápido y entretenida, me tropecé, volví a la realidad, ya había llegado a casa, entré nuevamente a toda prisa, dirigiéndome al refigerador, ahí la puse, en el congelador. Ahora no me atrevo ni siquiera a abrirlo.
    - ¿Y el chico?
    - Debo irme.

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