miércoles, 18 de mayo de 2011

Cartas a mi padre/2

    Apaito,

    Siempre pienso mucho en tí, ahora más que nunca. Recordé el 16 de diciembre del año pasado, esa mañana en la que te convencí de ir a desayunar a La Diferencia por el cumple de mi ma. Estabas serio. No es tu estilo, ni el mío. Te veía en esa posición tuya que deberíamos nombrar "el pensador Cervantes", desde que tengo uso de razón he presenciado la famosa mano derecha con el meñique y el anular doblados, los tres dedos restantes sirviendo de apoyo a tu cabeza, mirada profunda, ida, ceja levantada y a veces los labios un poco entreabiertos, sabes, antes de los 8 años me gustaba imitarte en la escuela. Ah, se me ha venido a la mente otra imagen, yo tendría 4 años porque ya vivíamos en Nochistlán, tú ya estabas listo para ir al consultorio, le pusiste perfume a mi hermano y yo también quería, creo que me engañaste y no me pusiste, pero como siempre, quisiste complacerme haciendo la mueca como si así fuera. Regreso a aquel día, me esforcé con mis mejores y peores chistes para sacarte una sonrisa, no lo logré, carajo, sí que eres público difícil eh, sólo por eso no me reiré de tus chistes ya. Finalmente me empezaste a hablar de tu infancia, cómo es que no has escrito tu libro, con sólo tus memorias tendríamos un best seller, me asombré. El personaje frente al que estaba no era mi papá, era un chico pequeñito, güero, sucio, hasta apestoso diría yo, eso sí, con una sonrisa perfecta, te imaginé cuidando chivas, acurrucándote debajo de ellas cuando llovía, haciendo travesuras al lado de mi padrino Chuy y con cara de espanto cuando supieron que habían perdido un animal. No me gusta imaginar la golpiza que les han de haber propinado ese día.

     Cuando fui a Apulco, de una forma extraña tú ibas conmigo, lástima que el rancho esté en un hoyo (literal y figuradamente) y la señal de celular sea simplemente un asco, porque si no, te hubiera llamado a cada momento, mira papá, estoy en la cancha que ayudaste a ser construída, desde aquí veo nuestra antigüa casa, el letrero de la Farmacia San Pedro, oye papi, me acordaba de la calle más grande, porque yo aquí aprendí a andar en bicicleta, ah, no se me ha olvidado como me soltaste, me sentí desamparada sobre mi bicicleta roja, corrías atrás mío y gritabas, no menonita, no te he soltado, dale, dale, y ahí va la menonita pedaleando, ya luego nadie la pudo detener verdad pa. Yo fui tus ojos, puedo seguir siéndolo, pero no me gusta, me da flojera, ni tampoco quiero ser traductora ni ser yo la que hable siempre para pedir la pizza, así que hagamos un mejor trato. Tú te mejoras, te pones los zapatos deportivos y nos vamos a vagar, dime, qué quieres que yo haga en este contrato.

    Te repito las palabras aquellas que te dije el 16 de diciembre de 2010, papi, te amo mucho, eres la persona a la que más admiro en el mundo, permíteme agregar, eres mi maestro, pero aguas eh, el alumno siempre supera al maestro, seamos honestos, ya escribo mejor que tú y mis chistes son mejores, desafortunadamente todavía no logro tu grado de simpatía y sabiduría, así que estoy lista para seguir estudiando contigo.

Te amo.

La Menotita.

P.D. Sólo está derrotado aquel que ha dejado de luchar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amiga me hiciste chillar. Me encanta leerte.
Oli

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