viernes, 23 de agosto de 2013

Los kilómetros de la libertad


Desde la cima del Cerro de la Panocha en Tecate B.C.

Para sentirme libre me gusta bañarme antes de una salida larga, ponerme ropa fresca y pintarme las pestañas, embarrarme de bloqueador, poner 20 pesos por lo que pudiera pasar, usar el cel sólo para llamadas de emergencia y en el mejor de los casos, no recurro a la música, pues es tiempo de pensar hasta en voz alta.

Correr no te exige tener cuerpo de modelo, pero sí te agradece el comer bien y descansar mucho.
Para correr no necesitas haber ido a clases, sólo hay que observar, documentarse y aprender cómo funciona tu cuerpo.


Correr no cuesta, lo que demanda dinero son los zapatos, los cintos de hidratación, los geles, las inscripciones a carreras, la ropa especial, pero no te duele, porque cuesta más no correr y gastarte eso en una salida de fin de semana, eso sí que duele.


Entrenar para después de meses cruzar la meta y competir consigo mismo es una experiencia que sólo los que corren libremente conocen y sin haber cruzado palabra, nos comunicamos con una simple mirada y un gesto de hola.

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