Te llamé y dijiste que tal vez tenías diabetes, pues habías perdido el apetito, te grité, lloré e insistí en visitar al médico, parecía ridículo, tu título universitario era arma suficiente para callarme. Rematé echándote en cara que la vida, Dios o quien fuera, concedía lo que pedíamos, tú querías descanso, habrías de descansar tras la cirugía, ¿qué hacías corriendo?
La vida, Dios, o quien sea me golpeó justo en la nariz. Era cáncer, mesotelioma, incurable. No vivirías más de 6 meses, al final fueron 3.
3 serán este 31 de agosto, vivo sin ti, con tu recuerdo y ausencia, enemigos, queridos. Aquí sigo.
Sigo porque hay que hacerlo, porque gritaste, no lloraste y me exigiste luchar.
No lucho, sobrevivo.
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