jueves, 4 de septiembre de 2014

Señor Bolaño, mucho gusto


En el 2009 conocí a Humberto Ketchul, nuestros holas y adiós sólo eran por cortesía, fue hasta que le hablé de libros que inició la evangelización, casi obligada leí por primera vez a Haruki Murakami, préstamo de la UTT, no quería regresarlo. También me presentó a Reinaldo Arenas, nos llevamos también que traía al cubano hasta en el gimnasio, me veía ridícula en los aparatos con el libro en mano, qué decir de meterlo al baño de mujeres, se sentó conmigo en el sauna, pobre de quien lo haya tenido después de mí, se lo dejé muy usado. 

Las preguntas por mi pérdida de peso y mis no gracias a la comida de Doña Mary fueron las que le anunciaron al mundo que había vuelto a correr, Ketchul cual testigo de Jehová me mandó en PDF De qué hablo cuando hablo de correr, también de Murakami, eran muy atinadas sus recomendaciones literarias, nuestras pláticas sólo eran de eso, hubo promesas de llenar más estantes de aquella biblioteca llena de ejemplares sobre ciencias exactas, números y teoremas.

Tras mi partida en noviembre del 2010, quedamos de vernos en unas tortas cerca del Blvd. Agua Caliente, no para comer, eso no era una cita, significaba sólo el regreso de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo a su respectivo espacio en aquella jungla de libros, era el fin de nuestra amistad, no eres tú, ni soy yo, es la UTT que te echa y no quiero que vaya a haber conflictos sólo porque tienes deuda con la biblioteca.

He de haber estado muy mal, Humberto me mandó a casa con premio de consolación, Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, no prometió presentar a nadie más, habría que hacerlo durar, primer página:

2 de noviembre
   He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor así.

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