miércoles, 31 de agosto de 2016

A 5 años de aquel adiós

Me dijo un amigo que con los años uno ya no se entristece en el aniversario luctuoso del padre, que por el contrario te acuerdas de momentos que te hicieron pasarla bien, le contesté que ansiaba llegar a eso y a los 35, preguntó por qué, mi papá decía que a esa edad es cuando uno realmente empieza a madurar y a comprender mejor el mundo. Tal vez esto no aplique para todos, quiero llegar y comprobar cómo será para mí, por lo pronto me conformo con no olvidar que hace cinco años todos mis sentidos fueron puestos a prueba y aquí sigo, intentando honrar a mi padre y acordarme de los momentos que nos hicieron tan felices.
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Luego de varios días de llorar por mi perra que se había extraviado, llegó papá con un cachorrito de apenas 3 semanas, rescatado de una ranchería cercana a Apulco, le pusimos Bethoven, lo bañé y le hice una cama con algodón que tomé de la farmacia de mis papás sin permiso, no entiendo cómo es que no me regañaron, por el contrario me alentaron a cuidar al recién llegado, el desamparado venía de una casa en la que apenas había comida para la familia y los perros no eran parte de ella, su madre al estar tan desnutrida no daba la suficiente leche para toda la camada, por eso el cachorro llegó estreñido y encima de todo con pulgas y garrapatas. Para cuando terminamos de acicalarlo, el vínculo entre nosotros era ya muy fuerte, al grado de compartir mi bicicleta, Bethoven se acomodaba o yo lo acomodaba, ya no recuerdo si fue idea suya o mía, en el tubo superior. Ahí íbamos los dos por las calles del pueblo, si quería una paleta compraba dos, una para cada quien. Andaba libre y en cuanto escuchaba mi llamado llegaba corriendo a mi lado, si corría él aceleraba el paso y así se iba ajustando a la velocidad de mi caminar, era como una extensión de los ojos de mi padre, mi perro siempre me cuidaba, se convirtió en mi mejor amigo cuando ya nadie quiso jugar con la hija del doctor, porque así son los adultos, le meten ideas a los hijos y marginan a las niñas como yo, mi error era ser familiar del máximo opositor político del entonces alcalde. Mi vida ya estaba decidida y mi papá haría lo que fuera por no verme llorar.

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