miércoles, 23 de enero de 2013

Crisálida

A los 8 años en la primaria me enseñaron lo que era un cuento, estaba fascinada, ya había leído todos los libros infantiles que había en mi casa, inmersa desde entonces en un mundo lleno de hadas, paisajes boscosos, flores parlantes, animales con alma, brujas, el bien y el mal, árboles gigantes justo como el eucalipto visto a través de mi ventana al otro lado de la acera. A partir de esas páginas rebozantes de aventuras, yo me creía parte de ellas.

Me pidieron llevar un cuento al día siguiente a clase, le pedí a mi papi ayuda, me gustaba leer, pero no era muy buena escribiendo. Entonces supe de sus dotes literarios y esto fue lo que me dictó:

Sucedió en un jardín de una casa como tantas, el lugar tenía pasto verde muy bien cortado, variedad de flores y hasta una fuente. En uno de los tulipanes vivía una mariposa con su pequeña oruga Lily. Todo era felicidad esa primavera, las risas de los niños parecían un canto acompañado del trino de los pájaros, los girasoles coqueteaban con el Sol, las nubes bailaban al ritmo del viento y todos los insectos trabajaban gustosos para estar listos cuando llegara el invierno.

Lily era una oruga peculiar, le gustaba jugar con la ardilla que vivía en el naranjo, a pesar de que su mamá siempre se quedaba preocupada porque creía en los peligros de alejarse de la sombra de los tulipanes, pero se resistía a prohibirle a su pequeña no salir y conocer el delicioso olor de los cítricos y las manifestaciones artísticas de los gorriones y hasta de las lagartijas que hacían magia con su cola.

Una mañana, Chipper la ardilla lanzó una cáscara de naranja a la casa de Lily, llevaba una leyenda: Amiga oruga, ven a las 12 a nuestro escondite, tengo un festín digno de reyes, todas las hojas que puedas comer. Sé puntual.

Lily subió rápidamente a las patitas de un gorrión para llegar a tiempo a la copa del naranjo, ahí estaba Chipper con el estómago redondo y una sonrisa a medias de tanto comer, las dos siguieron comiendo, pero pronto llegaría la luz roja, así que Lily tuvo que apresurarse a llegar a su tulipán, más el peso no la dejaban doblarse y le era casi imposible trasladarse, el sueño se apoderó de ella, era como si su mamá le hubiera cantado la más dulce canción de cuna mientras la arropaba con una manta blanca de un hilo tan delgado y hermoso que al tacto daba más sueño.

La noche llegó y la mariposa mamá llamó a Lily, preguntó por todo el jardín hasta que sólo los animales nocturnos hacían fiesta entre la hierba. No la encontró. Pasaron los días, cada rama tenía pegado un letrero de "se busca", nadie sabía dónde encontrar a la oruga. Toda madre sabe cuando un hijo ha desaparecido para siempre, algo le decía a la mariposa que Lily estaba cerca. Siguió buscándola, hasta que una tarde, justo antes de la llegada del verano, no pudo más y se sentó sobre una rama del naranjo, alzó la vista al cielo, suspiró y rompió en llanto, sus lágrimas parecían una lluvia cálida de junio, lloró tanto que el jardín quedó cristalino, de pronto, algo bajo la rama empezó a moverse... Era Lily.

- ¿Mami, por qué lloras?
- He perdido a mi oruga.
- Mami, soy yo, Lily, tu oruga, ahora tengo alas, te escuché llorar desde mi capullo, pero no podía salir, estaba muy apretada, hasta que tus lágrimas cayeron sobre mí y logré salir, ¿acaso no te da gusto verme?
- Claro que sí, mi bella Lily, has dejado de ser oruga, tus sueños te han convertido en una hermosa mariposa.

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