martes, 1 de diciembre de 2009

La Profe

Afortunada me siento de poder contar una historia propia de alumnos, los míos, esos que entraron con nombres desconocidos y que ahora llamo por nombre y apellido, a veces me falla la memoria, no me culpen, sólo los veo una vez a la semana, son ellos los que cada martes durante un cuatrimestre me volvieron loca con trámites administrativos para entregar calificaciones, avances temáticos y listas de asistencia, también me recordaron cómo se hace una regla de tres, porque aunque las palabras se me dan, los números no.

Hoy fue mi última clase, en una semana aplicaré el examen final, sin duda el corazón me latirá distinto, no es cursilería, es sólo la forma en la que me enseñaron a vivir, sino lo siento, no lo vivo, y a mis alumnos ya los siento míos. Fue esta tarde cuando en el salón de clases tuve una epifanía, o como se diría comúnmente, me cayó el 20, ya los conozco, qué bien me caen, cuanto potencial.

A mis amigos les digo, no, no he cambiado de opinión, no puedo ser maestra de tiemplo completo, no quiero dedicarme a esto, mas no me arrepiento de haber aceptado dictar la clase "presentaciones ejecutivas", gracias a ello, les tengo mayor respeto a ésos que me brindaron su tiempo durante tantos años a través de mi formación académica, ya se ganaron la gloria, cómo me aguantaban, siendo yo una alumna tan difícil.

Que fortuna tener 26 años y ya haber tenido esta experiencia, tan real, tan única y lo más valioso, conocer a tanta gente al inicio de sus estudios superiores desde otra perspectiva, la del profe.

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