jueves, 31 de agosto de 2017

¡Ah qué la chingadita!

¡Ah que la chingadita! Se nos fue el doctor pero no su recuerdo. 6 pinches años sin su hermosa voz, sí con groserías, porque él así hablaba.
Efrén cumpliría 65 años de edad el próximo 15 de diciembre, a esta hora ya se habría levantado o estaría de regreso en casa luego de una cirugía por la madrugada. Lo hubiera invitado a desayunar para platicar el plan de nuestra siguiente carrera, no sé si estaría casada o soltera, de cualquier forma él encontraría la manera de sermonearme: Flor, es mejor que ya tengas hijos, o quizás no.
¡Qué ganas de escucharte cantar! De sentir tus besos en mis pies cuando me veías acostada viendo tele en la sala, a mí me parecía rarísimo que te acercaras con tal devoción a hacerme un cariño, mi menonita decías. Nunca me aproveché de tu cariño.
Tu partida no fue la que arregló nuestra tormentosa relación, fueron las levantadas a las cinco de la mañana todos los días, los desayunos post-entrenamiento, nuestras terribles peleas porque pocas veces estuvimos de acuerdo, tu amor fue el que curaba todo, no las medicinas, era el shampoo de cariño que me propinabas con besos en la frente, la cabeza, las manos, los pies y esos abrazos que me diste incluso a la fuerza para hacerme entender que eras mi padre y me amabas.
Papá ya no lloro a diario.

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