lunes, 24 de noviembre de 2014

De cruces y aguante


Cuando niña escuchaba a los mayores al referirse a una mujer casada con un esposo de mal carácter: ¡Pobrecita! Es la cruz que le tocó llevar.

Ahora como adulta, escucho cuando alguien se divorcia por motivos de abuso verbal o físico: No aguantan nada los jóvenes, primero no se quieren casar y los que se casan a las primeras discusiones se divorcian.

Me ocasiona una terrible tristeza saberme rodeada de personas que creen que el abuso verbal o físico es parte del matrimonio o incluso del noviazgo. La sangre me hierve, siento impotencia, ¿cómo romper esos patrones de educación en torno a las parejas? ¿cómo crear un ambiente en el que mis amigos y amigas se sientan con la valentía de alzar la cara, de alejarse de esos verdugos? ¿cómo hacerle entender a esas voces que no, no es una cruz, no, no es cuestión de aguante? Las palabras sí hieren, pero también generan amor.

Hablemos de amor, eso sí que me gusta. Les agradezco a todos mis amigos y amigas que se esfuerzan en educar a sus hijos lejos de esos parámetros violentos que alguna vez nos enseñaron en la casa, la calle o la escuela.

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